el Gobierno incumple con los bonos de vivienda en Esmeraldas
Han pasado semanas desde el terremoto del 25 de abril de 2025, que golpeó duramente a varias zonas de la provincia de Esmeraldas. Según el ECHO Daily Flash del 28 de abril, publicado por la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria Europeas (DG ECHO), el sismo dejó a más de 2.810 personas afectadas, 1.635 casas dañadas, así como escuelas, centros de salud, edificios públicos y puentes comprometidos. A pesar de la gravedad, el gobierno ha minimizado estas cifras y ha tratado la emergencia como un asunto resuelto.
La verdad, en cambio, se vive en el polvo, en la espera, en los hogares rotos.
En el recinto Chucaple, parroquia Cube del cantón Quinindé, el testimonio del dirigente Fabricio Valencia expone la profundidad del abandono. El gobierno ofreció un bono de contingencia de $470 para los damnificados —de acuerdo con el Decreto Ejecutivo 577 firmado el 22 de marzo—, pero de 350 personas afectadas en la comunidad, solo 7 lo han recibido.
“En el sistema se registraron 116 personas para cobrar, pero más de 200 no pudieron hacerlo porque el sistema se cerró. Vinieron tres veces a pedir documentos, pero hasta ahora no nos han pagado nada”, denunció Valencia el 12 de mayo en el programa El Mono López.
A eso se suma que más de 350 estudiantes iniciaron clases sin agua potable, la ayuda alimentaria solo llegó una vez, y el suministro de agua ha sido esporádico y limitado a tres entregas en tanqueros.
Todo esto ocurre mientras el gobierno se presenta como el salvador de las emergencias, el que “lo está resolviendo todo”. Pero en las comunidades afectadas lo único que avanza es el olvido.
No se trata de un error de logística ni de falta de recursos. Es un patrón. Un modelo que responde con un grandioso despliegue mediático, pero que se desvanece en cuanto se apagan las cámaras. La negligencia no es solo omisión: es una forma de violencia institucional.
Mientras el gobierno sigue con su espectáculo mediático, las comunidades permanecen atrapadas en la espera. Las familias afectadas por el sismo y el derrame no requieren más discursos ni promesas vacías; exigen soluciones tangibles y urgentes. Cada día que pasa sin respuesta no es solo una demora; es una nueva forma de despojo y abandono institucional. Esmeraldas no necesita que se la pinten como una zona en crisis para lucir en los medios. Esmeraldas necesita un gobierno que cumpla con lo que promete, que actúe con responsabilidad y que, por encima de todo, respete la dignidad de su gente.
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