La caravana Yaku Mama, que en lengua kichwa significa “Madre Agua”, recorre tres mil kilómetros desde los glaciares del volcán Cayambe, en Ecuador, hasta la ciudad de Belém do Pará, en Brasil. Su destino es la COP30, la conferencia del clima de las Naciones Unidas que se celebrará del 10 al 21 de noviembre de 2025. Durante veinticinco días de travesía, pueblos, comunidades y organizaciones de la Amazonía, Mesoamérica, Indonesia y República del Congo viajan juntos para llevar sus voces, sus saberes y sus demandas por justicia climática. Partieron el 8 de octubre, tras un ritual sagrado, y planean llegar el 9 de noviembre, víspera del inicio de la conferencia. Este recorrido une territorios, luchas y esperanzas, recordando que el agua es la fuerza que sostiene la vida y conecta todas las resistencias.

El origen del viaje

La propuesta de recorrer estos ríos comenzó a tomar forma cuando se anunció que Belém, ciudad amazónica y territorio ancestral indígena, sería la sede de la COP30. Desde ese momento, diversas organizaciones se sumaron para trazar la ruta y definir las actividades que permitirían visibilizar las luchas y esperanzas de cada pueblo a lo largo del camino. En cada parada, la caravana organiza encuentros para compartir saberes, fortalecer alianzas y reafirmar que la esperanza también navega.

Voces del río

Está sinergia de voluntades por el cambio  recorre el Amazonas denunciando las cicatrices del extractivismo: la minería ilegal, la deforestación y la contaminación que amenazan los territorios. Pero también muestran las alternativas que florecen en sus comunidades, como los emprendimientos productivos sostenibles, los monitoreos territoriales y la ciencia ancestral que protege el equilibrio de los ecosistemas. Entre 2000 y 2023, Perú registró 831 derrames de petróleo, mientras que Ecuador sufrió 1.584 entre 2012 y 2022. En Brasil, el intento de abrir una nueva frontera petrolera en la desembocadura del Amazonas —bloque FZA-M-59, de Petrobras— fue rechazado tres veces por el IBAMA debido a los riesgos para la biodiversidad. La infraestructura petrolera, como carreteras y oleoductos, fragmenta el bosque y abre paso a la deforestación, mientras la quema de gas y los derrames contaminan el aire, el agua y el suelo. Cada dato es una alerta, pero también una historia humana de quienes resisten por el derecho a un ambiente sano.

La Amazonía al límite

El cambio climático, impulsado por la quema de combustibles fósiles que genera el 75 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (IPCC-AR5), está llevando a la Amazonía a un punto de no retorno. Sequías extremas, incendios y lluvias torrenciales alteran los ciclos naturales, empujando al bosque hacia el colapso. Pero esta crisis también tiene rostro humano. Hoy, donde defender la tierra cuesta la vida, cientos de personas son asesinadas por sostener su resistencia frente al proyecto extractivista. La defensa del agua, del bosque y del territorio se ha convertido en un acto de valor y esperanza. Por eso, la Yaku Mama no es solo un recorrido simbólico, sino una declaración de amor y resistencia.

Hacia la COP30: un acto de esperanza

La COP30, que se celebrará en Belém, reunirá a líderes mundiales, científicos y organizaciones para debatir medidas que permitan limitar el calentamiento global, fortalecer los compromisos nacionales (NDC) y garantizar un financiamiento climático justo. La Yaku Mama llegará allí con una exigencia clara: que la protección de los territorios indígenas sea reconocida como una estrategia esencial para la vida y el clima; que el financiamiento climático llegue de forma directa a las comunidades que están en la primera línea de defensa del planeta; y que la participación de los pueblos sea plena y vinculante en las decisiones globales. Porque sin justicia racial no hay justicia climática, y sin la sabiduría de los pueblos que han protegido la selva durante siglos no habrá futuro posible. 

Samira Folleco