Por: Maibelyn Castillo
“Realmente nosotros hicimos Argentina, desde el crecimiento y como república. Argentina no hubiera sido república, si no fuese por nuestros ancestros. Este país no sería lo que es, si no hubiera sido por la población afro que la habitó” -Tixa Cámera.
El inicio de esta crónica no empieza aquí al escribir las primeras palabras. “Voces afroargentinas”, nace con un sentimiento profundo que recoge como eco mis raíces afrodescendientes al presente. Tal vez la palabra portuguesa “saudade” lo describa mejor. Vengo de una tierra donde la negritud no se niega, ni se oculta. Crecí rodeada del olor a coco y mar. Al ritmo de la marimba, cununo, bombo y guasá: Esmeraldas. En 2024, llegué a la ciudad de Buenos Aires y presenciar ese contraste hizo plantearme distintas preguntas: ¿Qué pasó con la población negra en Argentina?, ¿hay negros actualmente en Argentina?, ¿cómo llegaron los afros al país? Si buscas en la web, aparece un montón de información, documentales y noticias acerca del tema. Sin embargo, no era suficiente para saciar esa curiosidad.
Así que mi recorrido inicia en las bibliotecas. Preguntar de libros exclusivamente del tema, se convirtió en algo muy cotidiano. No fue tarea sencilla, respuestas desagradables con miradas confusas fueron parte de este camino. “Acá en Argentina no se hablan esos temas, acordate que en el siglo XIX la fiebre amarilla y las batallas eliminaron a toda la población negra. Las editoriales, casi no prefieren ese tipo de temas”. No podía creer que un bibliotecario me asegurara semejante barbaridad.
Cada viernes, exactamente a las 15h00, asistía al “Taller de Literatura Africana” dictado por Miriam Gomes, quien es Profesora de Lengua y Literatura y activista antirracial. A su biografía se le añade su origen caboverdiano, pero nacida en Buenos Aires. En las clases participaban personas con hasta el triple de mi edad. Leíamos textos fascinantes de autores africanos que de una u otra forma me transportaban. Para Miriam, los negros en Argentina llegaron en tres momentos de la historia: la primera y más numerosa o lejana, fue el tráfico esclavista a América en el siglo XVI. Argentina participó muy activamente aunque se la conoce muy poco, no se la nombre o se la pretenda invisibilizar.
El segundo momento se trata de una migración africana, termina cuando la industria marítima entra en decadencia. Posteriormente a fines de siglo XX en los `90, también hubo una gran migración de los países: Liberia, Nigeria, Angola y Sierra leona. Mucho después los países de lengua oficialmente francesa: Senegal, Costa de marfil y el Congo. Por último, a principios de los 2000, los afrolatinoamericanos. “Yo también soy afroargentina, pero la mayoría de los afroargentinos son descendientes de aquellos esclavizados, yo vengo efectivamente producto de una migración posterior” (sic), me comentó Miriam durante uno de los encuentros. Antes de asistir al taller, ya “conocía” a Miriam por muchas entrevistas
publicadas en internet y charlar con ella fue una experiencia enriquecedora que añadió puntos claves para poder entender mejor la historia.
Mi siguiente parada tiene por nombre, Tambo Afro, el primer local de afroturismo del país ubicado en San Telmo. En el pasado los «tambos» eran lugares donde los afroargentinos se reunían para juntar dinero con el fin de comprar la libertad de sus hermanos esclavizados. Hoy Tambo Afro honra ese pasado, pero con un nuevo propósito: emprendimientos dirigidos por mujeres afros.
Apenas entré me recibió Julia, afroargentina, una cualidad que anhelaba encontrar. Alta, con una nube de afro ébano, desafiando la gravedad. Durante la charla, Julia, presentó una serie de archivos e información valiosa que no se encuentra con facilidad en internet. “Perdón, es que es muy emotivo todo esto” dijo Julia, mientras se le aguaron los ojos.
A pesar de que nunca coordine con nadie para la entrevista, sentía conocerlas desde hacía mucho tiempo (sensación que continuamente experimento al hablar con algún afrodescendiente). Me tomó por sorpresa encontrarme con Vanessa, compañera del taller de Literatura Africana en el mismo lugar. Varios detalles, empezando por el patrón de pintura del techo hasta el suelo, hacen de Tambo Afro un lugar acogedor. El mismo día una dupla de, fotógrafa y periodista, realizaban una nota para el portal digital América Futura/ El País. Éramos tres mujeres con el mismo enfoque, pero dentro de mí sentí un contraste notorio. Angelica, oriunda del Pacífico colombiano, llevaba en la cabeza un turbante como símbolo de identidad y belleza, ambas compartimos las mismas costumbres y tradiciones por la cercanía territorial de Esmeraldas, mi ciudad. Más tarde hablé con Yarianni, quien también forma parte del equipo de Tambo Afro. Una modelo dominicana de rizos rojos que la hacían resaltar con naturalidad.
Si existe algo que absolutamente todos los afroargentinos comparten en común, es la falta de representación en la educación donde siempre se ha omitido a los negros de la historia. Tixa Cámera, activista de la causa afroargentina desde 1995, no es la excepción en ser parte de esta realidad. “La historia afro en la escuela es que hubo esclavos dicho de esa manera ¡Ni sueñes que van a hablar de personas que fueron esclavizadas! E incluso tuve profesores de Historia, hombres blancos que aseguraban que Argentina no había participado en la trata esclavista. Esa era la gravedad de la cosa, porque alguien que estudió y se asume un profesional en la materia, me aseguraba semejante barbaridad” (sic), fue así como lo expresó Tixa, durante nuestra conversación vía zoom.
En Argentina no solo hubo esclavos, también existieron prendevelas y aguateros que eran felices en su categoría de relleno. Tixa, empezó a internarse en las bibliotecas y cuando ella pedía un libro relacionado con la temática quedaban mirándola con una cara poco agradable. Situación similar a la que yo viví. “No me daban buenas respuestas entonces tuve que aprender a pedir libros. Después de leerlos tuve que aprender a leer entre líneas porque no me los nombraba a los africanos y africanas. Tenía que rescatarlos de la historia”, me contó Cámera.
Hace muchos años, cuando Tixa fue expositora en una cátedra sobre identidad en la facultad de Filosofía y letras. Compartió un relato extraído de un libro. Una
historia desgarradora de cómo un niño afro, de alrededor de diez años, le cortaban los dedos de una mano. Acusando al menor de haberse robado un pedazo de torta, pero más tarde se dio a conocer que las responsables habían sido las ratas. Ese y otros terribles casos sucedieron acá en Argentina.
“Recuerdo que Rita Montero, me contaba el caso de una nena que fue asesinada y sin embargo la sentaron sobre una piedra para hacer de cuenta que estaba viva. Otro caso aberrante, de dos bebés que murieron en una casa, uno era de la dueña de la casa y otro era de la servidumbre. Al nene blanco lo vistieron de blanco, de un angelito. Pero en el velatorio del nene afro le agarraron el pecho y lo vistieron de diablo, luego lo devolvieron para que lo velen así. Eso hicieron con un bebé”, añadió Tixa a esta serie de dolorosos sucesos.
Cuando fue la época de la fiebre amarilla, obligaron a las personas negras a estar en encierro. Se calumniaba diciendo que la enfermedad la contagiaban las personas afros. Hasta que se dieron cuenta que era un mosquito el vector del virus. ¿Sabes cuántas personas afros asesinaron por esta sospecha? Cercaron San Telmo y quienes intentaban salirse: escopetazo. Si aún dudas de lo dicho, ten en cuenta lo siguiente: el tango, es afro. No es una mezcla de los europeos. De hecho el tango lo mandan a Francia y vuelve “estilizado». Ahí recién se lo reconoce, de lo contrario era señalado como “vulgar”, lo peor de la ciudad. Los profesores de las academias de danza, eran todos afros. Cuando una mujer de clase alta quería aprender a bailar tango, se infiltraba a los negros y negras en las casas aristocráticas. La Boca, San Telmo, Monserrat, Barracas, San Cristobal, el barrio del Mondongo y el barrio del Tambor, son lugares donde hubo una inmensa presencia afro.
Personajes como José Agustín Ferreyra, conocido como el “negro Ferreyra”, fue el pionero en la cinematografía Argentina. Ramon Carillo, afrosantiagueño, primer ministro de salud que tuvo Argentina durante la presidencia de Juan Domingo Peron. Por otro lado, Antonio Gonzaga, chef afroargentino y encargado de popularizar las achuras (imperdible del asado argentino), el cual era despreciado por la élite y dado a la servidumbre. “En Argentina no hay negros; ese problema lo tiene Brasil”, dijo el expreseidente de Argentina Carlos Menem. Ante esta situación, Maria Magdalena conocida como “Pocha Lamadrid” le escribió al ex mandatario una carta de puño y letra donde puso 200 apellidos de familias afroargentinas. Diciendo: “señor, no es un problema de Brasil porque acá en Argentina estamos y existimos”.
Después de todo este amplio recorrido histórico con Tixa que nos recuerda que la afroargentinidad ha estado presente por años y años de historia logré conectarme con Jacque, luego de una intensiva búsqueda por medio de instagram.
Era una tarde de un domingo otoñal. Avergonzadamente llegué después de la hora acordada, aun así, ahí se encontraba ella esperándome con total tranquilidad y cerveza en mano. En época de esclavización, en San Telmo, daban escopetazos a las personas que se encontraban tocando el tambor. Actualmente en las mismas calles, Jacque cada domingo, forma parte de ensayos de candombe. El candombe es una manifestación cultural rioplatense acompañados de movimientos y ritmos llenos de alegría. Jacque llevaba trenzas africanas que caían como cascadas hasta sus caderas. Se crió en el seno de una familia de candomberos, su mamá es afrouruguaya y su padre afrotucumano.
En la agrupación donde militó “Agrupación Xango”, le enseñaron a reivindicarse como afroargentina en cualquier momento y en cualquier situación donde tenga lugar para hablar. Sin duda, este espacio lo aprovechó para liberar su testimonio. “Toda mi vida supe que era afroargentina, pero en el colegio compartía aula con una chica que era más oscura que yo. Ella sufría bullying directo, era la ‘negra mono’, le tiraban cosas. Se llamaba Katherine, era de República Dominicana y a mi directamente me alejaban. Como que era otro tipo de racismo. Encima de racistas son coloristas”, dijo la bailarina de candombe. Jacque recuerda haber visto en muchas ocasiones a Miriam Gomes, debido a que ella impartía clases en su escuela. “La veía a Miriam Gomes pasar por el pasillo y era como wow, la quiero tener de profe”.
En Ecuador, Colombia y países del Caribe decimos: palenque, acá, en Argentina quilombo. Dos palabras distintas, pero transmiten el mismo significado ancestral que expresa la libertad contra la opresión de todos nuestros hermanos y hermanas esclavizados. En mi encuentro con Jacque este legado estuvo presente a través del baile y la música. Al compás de los tres tambores; piano, chico y repique. Se sentia la energia de un pueblo negro libre, diciendo: aqui estamos, no desaparecimos. Una Buenos Aires que palpitaba al ritmo del candombe, al ritmo de sus propias raíces.
Ser afroargentinos para muchos es un orgullo muy grande, es saber de grandes proezas de la comunidad. De ese pasado que aún se esconde, hay una lucha muy aguerrida por la identidad y por los derechos civiles. Pero tan ocultada, tan negada. Para muchas personas no pasan de ser la carne de cañón que estuvo en los frentes de batalla. Mi abuela siempre repetía esta frase: «El que no conoce de dónde viene, no sabe para donde va”, palabras que influyeron en mi crianza. No importa cual sea tu tipo de etnia, la importancia está en conocer tus raíces y abrirte a entender otras, sin juzgar.


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