Hay una ciudad que arde entre la violencia, el abandono y la impunidad
Esmeraldas vive una violencia que no ocupa titulares nacionales ni provoca urgencias políticas. Aquí se mata, se quema, se amenaza, y el país sigue. El silencio no es ausencia de información: es indiferencia. Cada día que pasa sin que las autoridades actúen, la ciudad siente que grita al vacío. Las familias cierran sus puertas mientras las calles se llenan de miedo y desesperanza, y la sensación de abandono se hace más evidente, especialmente en diciembre, cuando la normalidad y la celebración parecen una promesa imposible para quienes viven aquí. Mientras el resto del país avanza en su rutina, Esmeraldas intenta sobrevivir entre la indiferencia del Estado y la violencia que devora sus calles, y su clamor parece chocar contra un vacío institucional que ignora sistemáticamente su realidad.
El 16 de diciembre, la violencia se llevó a Samir Zambrano, de 18 años, estudiante de la Unidad Educativa Luis Tello, asesinado en el sector 15 de Marzo mientras realizaba sus prácticas escolares. Su muerte no generó ni un pronunciamiento oficial, indignación colectiva ni algún otro tipo de reacción fuera de Esmeraldas. Fue otra pérdida que se suma a un historial demasiado largo de vidas arrebatadas por la indiferencia y la indolencia. Esta tragedia recuerda que la “seguridad”, vendida como la promesa del “Nuevo Ecuador», ha sido más un recurso de imagen que una política efectiva para proteger a la ciudadanía. La misma sensación de abandono se evidenció de nuevo la madrugada del 21 de diciembre, cuando seis vehículos fueron incendiados en San Martín de Porres Bajo, Propicia 2, Casa Bonita, La Guacharaca y Nuevos Horizontes. La ciudad permanece militarizada, pero la presencia constante de fuerzas armadas no impide que el miedo gobierne las calles ni que los ataques continúen, mostrando que la militarización es, en gran parte, un teatro de control que jamás representará una protección real.
Al día siguiente, mientras la ciudad trataba de recuperar el aliento, en Guayaquil, habitantes denunciaron que miembros de las Fuerzas Armadas cerraron vías aledañas a la Samborondón para que el presidente Daniel Noboa circulase a alta velocidad en su porsche por las calles de la ciudad. El contraste entre este despliegue para un traslado presidencial y la ausencia de pronunciamientos sobre la violencia local: es insultante. Evidencia la desconexión del Estado y la priorización de intereses personales sobre la vida de la ciudadanía. El presidente tiene el privilegio de pensar en vacaciones e incluso extenderlas, pero en Esmeraldas no se puede, es imposible. Horas más tarde, después de su paseo, un enfrentamiento armado en la parroquia La Unión, cantón Quinindé, en la provincia de Esmeraldas dejó a un niño de seis años, en silla de ruedas, en un estado bastante grave y a un hombre de 38 años asesinado.
https://x.com/Sambonews_ecu/status/2003088965960679700
Lo que ocurre en Esmeraldas rara vez alcanza la agenda nacional. Son los medios locales y las voces esmeraldeñas quienes, con insistencia, registran los hechos y sostienen la memoria de la ciudad. No se trata de dramatizar; se trata de nombrar la realidad que otros prefieren ignorar y de exigir respuestas que hasta ahora no llegan. La militarización y la seguridad proclamada como bandera del “Nuevo Ecuador” han fallado en la práctica: lo que se prometió como protección ciudadana ha resultado ser, una vez más, un mensaje vacío frente al abandono y la violencia cotidiana.Aquí no hay “felices fiestas”. Hay una ciudad que entierra a sus jóvenes, que se encierra por miedo, que aprende a vivir entre sirenas y silencio institucional. Hay una provincia que sigue hablando, que no se resigna a la indiferencia ni a la impunidad, y que exige algo básico y urgente: ser escuchada, ser protegida y dejar de ser invisible para el país.
- Aquí no hay “felices fiestas” - diciembre 24, 2025
- Administración estatal de la vida y la muerte - diciembre 23, 2025
- La COP30 y las deudas que ya no pueden posponerse - diciembre 22, 2025