Por definición, el clientelismo político es el intercambio de favores entre quien tiene el poder y quien necesita de ese poder para sobrevivir. En lugar de garantizar derechos, se entregan ayudas temporales. En lugar de políticas públicas, bonos. Y el “Nuevo Ecuador” entiende muy bien cómo funciona esta lógica.

En los primeros meses de 2025 —en plena carrera electoral por la reelección— el gobierno del presidente Daniel Noboa lanzó una seguidilla de programas, bonos y beneficios que se presentaron como respuesta a distintas crisis. En total, fueron 14 nuevos anuncios dirigidos a diferentes sectores: emprendedores, transportistas, militares, familias afectadas por el invierno, damnificados por derrames petroleros… y claro, jóvenes desempleados.

Uno de esos programas fue Jóvenes en Acción, dirigido a personas de entre 18 y 29 años. A cambio de realizar tareas en algunos ministerios, el Estado ofreció un pago único de USD 400. La condición: no tener empleo formal ni estar afiliado a la seguridad social. Así, el programa no resolvía el desempleo juvenil, solo lo administraba por un rato.

Todo esto mientras un estudio de Children International y el colectivo Empleo Joven Ecuador – realizado en febrero de 2025 –  mostraba una realidad grave: más del 80 % de jóvenes en el país están sin trabajo. De ellos, un 51.1 % de los jóvenes en el Ecuador no tienen ningún ingreso. Un porcentaje aún mayor, casi el 60 % depende económicamente de sus padres. Frente a eso, el Estado no diseñó oportunidades sostenidas ni políticas públicas de largo plazo. Lo que ofreció fue un bono temporal. Una especie de «prueba piloto» que terminó en mayo de este año.

Según el ministro del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), esta fue una forma de «ensayar» un modelo de transferencias. Pero la vida de miles de jóvenes no puede ser un experimento. No puede depender de lo que funcione o no funcione en medio de una coyuntura electoral. Necesita respuestas reales: empleo digno, acceso a educación, derechos laborales y participación.

El problema no es solo la falta de oportunidades, sino el enfoque con el que se gestiona la pobreza: como si bastara con repartir dinero una vez para resolver décadas de exclusión. Esta lógica clientelar no transforma la realidad, solo funciona como efecto placebo ante una problemática que se profundiza día tras día.

Samira Folleco