El paseo de la fama de Esme
Crislejany Preciado, con 22 años, es una joven esmeraldeña cuya vida está marcada por la música. Afrodescendiente, canta salsa, boleros tropicales, marimba y más géneros, sin miedo a mezclar todo lo que su corazón le pide. Hija de Larry Preciado, músico y gestor cultural, y de Albita Lastre, también gestora cultural, Crislejany sigue los pasos de sus padres y, además de cantar, se ve a sí misma como una gestora cultural que busca promover la música afroesmeraldeña.
Canto como primer lenguaje
Crislejany creció rodeada de música. Su papá, Larry, fue quien le mostró el camino: “Desde que era pequeña, todo a mi alrededor era música. Mi papá me llevaba a los ensayos y conciertos, y en casa no paraba de sonar salsa, marimba, boleros…” Su inclinación por el canto nació desde antes de hablar, y fue su padre quien la impulsó a tomar clases. Vivir en Estados Unidos los primeros años de su vida no la separó de su pasión, ya que la música siempre estuvo cerca, incluso cuando volvió a Ecuador a los 7 años. Allí comenzó su formación en el Conservatorio Municipal de Esmeraldas, donde se dedicó al canto y exploró otros géneros y disciplinas como marimba, piano, danza y violín.

Regresar a la tierrita significó empezar a construir camino
Cuando volvió a Esmeraldas, Crislejany sintió que todo comenzaba de nuevo. En el Conservatorio, además de perfeccionar su canto, se sumergió en la tradición musical de su tierra. Fue ahí donde conoció a grandes maestros como Agustín Ramó, Alberto Castillo Palma, Isis Echeverría, entre tantas otras inspiraciones. Su clase favorita era canto, pero también aprendió muchísimo de otras disciplinas. Todo aportó en su desarrollo. El ambiente del Conservatorio, los ensayos, las presentaciones y la convivencia con otros músicos fueron claves para su formación.
Parar no fue opción para Crislejany
Hizo su primera presentación musical a los 8 años en la escuela 10 de Agosto, donde cantó un pasillo de música nacional que aún recuerda. Ya a esa edad, sus clases de canto le daban la confianza para enfrentarse al público. Pero fue a los 11 años cuando vivió su primer gran escenario: la Plaza Cívica de Esmeraldas, donde la Orquesta Larrison de su papá abrió para el legendario Grupo Niche.
Luego de ese evento, Crislejany no paró. Se unió al grupo juvenil Alpha 7, donde cantaban salsa, cumbia y más, y comenzó a hacer presentaciones por toda la provincia. Al mismo tiempo, seguía formándose en el Conservatorio Municipal de Esmeraldas. Fue allí donde terminó de afinar su voz y encontrar su lugar en el mundo musical. Los concursos musicales también fueron parte de su camino, siempre buscando nuevos retos y oportunidades para crecer.
Además, Crislejany estudió Ingeniería Química en la Universidad Técnica Luis Vargas Torres, de la cual egresó y está pronta a recibir su título. Logró hacer convivir dos mundos aparentemente opuestos: la ciencia y la música, llevando ambos con éxito.

De los sueños al escenario
Crislejany vivió uno de los momentos más importantes de su carrera cuando participó en el Festival Petronio Álvarez en 2024, un evento clave para la música del Pacífico. En esta ocasión, se alzó con un premio en la modalidad libre, algo que siempre había soñado lograr. En el festival, se presentó con el grupo «Pítekus y la Minda Laé», siendo la única representante esmeraldeña en sus integrantes. Para ella, cada vez que toca instrumentos tradicionales como el cununo o el guasá, está haciendo más que música; está preservando una tradición viva, un acto de resistencia cultural.
La música esmeraldeña ha sido parte de su vida desde pequeña. Aunque la marimba es uno de sus principales instrumentos, Crislejany se considera una artista que puede explorar y fusionar otros géneros, siempre manteniendo sus raíces. Su visión es actualizar los sonidos tradicionales, fusionándolos con ritmos más contemporáneos, pero siempre con la intención de mantener la esencia de su tierra y compartirla con el mundo.

La música como voz y legado
Crislejany no solo canta; su música es un reflejo profundo de su esencia, de su historia y de la cultura que lleva dentro. A través de sus composiciones, ha logrado que su voz se escuche en plataformas digitales como Spotify, llevando consigo un mensaje que va más allá de la melodía: es un grito de identidad, de pertenencia y de resistencia.
Influenciada por los maestros que han formado su carácter artístico, siente que la música no es solo un oficio, sino una herramienta poderosa para transmitir lo que vive y lo que quiere que el mundo escuche.

Aunque se reconoce como cantante, también sabe que su rol es mucho más amplio: es gestora cultural, portadora de un legado musical que debe preservarse y transmitirse a las nuevas generaciones. Para Crislejany, la música es un puente entre generaciones, una responsabilidad de mantener vivas las tradiciones y de inspirar a los nuevos talentos que surgen con la esperanza de dejar su propia huella en el mundo.