El 14 de mayo de 2025 se instaló la nueva Asamblea Nacional del Ecuador. Una jornada marcada no solo por el cambio de autoridades, sino por un reacomodo de poder que podría tener consecuencias de gran alcance: el movimiento oficialista ADN, liderado por el presidente Daniel Noboa, ahora controla la Asamblea, además del Ejecutivo.
Y con esa mayoría política consolidada, vuelve a tomar fuerza una de las propuestas de campaña de Noboa: la redacción de una nueva Constitución para el país.
En su narrativa, esta nueva Constitución serviría para “refundar” el Ecuador, con promesas de transformación institucional, justicia, seguridad y generación de empleo. Pero detrás de esas grandes palabras, surgen preguntas urgentes:
¿Es realmente necesaria una nueva Constitución en este momento del país?
Además, Gabriela, durante nuestra entrevista hace una observación esencial: no es necesario cambiar todo el texto constitucional para lograr transformaciones reales. La Constitución de Montecristi (2008) ya contempla mecanismos para reformas o enmiendas, que permiten modificar puntos clave sin desmontar todo el cuerpo normativo.
En un país con crisis económica, inseguridad y desgaste institucional, ¿es sensato empujar una nueva Constitución cuando existen alternativas menos extremas y más democráticas?
Desde el lado del Ejecutivo, el discurso ha sido otro. José de la Gasca, ministro de Gobierno, ha dicho en más de una ocasión que la Constitución actual es una “camisa de fuerza”. Una barrera que, según él, impide al Gobierno implementar los cambios que necesita el país.
Pero esa idea también merece ser cuestionada: ¿De verdad la Constitución es una traba… o simplemente es un límite a quienes para quienes quieren hacer lo que se les plazca?
Aunque el Gobierno sigue hablando de la posibilidad de una nueva Constitución, la realidad es otra: con la mayoría asegurada en la Asamblea Nacional, esa propuesta ya no parece una prioridad urgente.
José de la Gasca, ministro de Gobierno, celebró cómo quedó conformada la Asamblea, con control mayoritario del movimiento ADN, de Daniel Noboa. Y aunque dice que no descartan ningún mecanismo, incluyendo la Constituyente, dejó claro que no es una decisión inmediata, sino algo que se verá “paso a paso”.
Lo que antes sonaba como un proyecto firme
Ahora parece más una idea en espera. ¿Para qué apurarse en cambiar la Constitución cuando ya tienen el control para hacer las reformas que quieran desde la Asamblea?
Y bien, si finalmente se decidiera emprender este complicado y prolongado proceso para satisfacer un capricho institucional, queda la pregunta fundamental:¿Cuáles serían los puntos clave que realmente deberían cambiarse o revisarse en una nueva Constitución?
Crear una nueva Constitución no es un trámite rápido ni simbólico; es un proceso complejo que requiere seguir pasos claros y contar con tiempo, recursos y el respaldo de la gente. Primero, debe hacerse una consulta popular para que la ciudadanía autorice el inicio del proceso. Luego, se eligen quienes redactarán el nuevo texto, ya sea a través de una Asamblea Constituyente u otro mecanismo. Finalmente, la propuesta debe ser aprobada o rechazada en un referendo.
Pero en un país como Ecuador, que enfrenta problemas urgentes todos los días —desde inseguridad y pobreza hasta desigualdad y falta de empleo— la pregunta fundamental es:
¿Una nueva Constitución… para quién y para qué?¿Será para mejorar la vida de la mayoría, o para que unos pocos concentren más poder?
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