Los nombres de Ismael, Josué, Saúl y Steven no han abandonado la mente de todos aquellos que hoy sufrimos, lloramos y nos indignamos por su partida. Estas tres familias, que hoy se ven inundadas por el dolor de haber perdido a sus niños, no estaban preparadas, y jamás nadie lo estará, para enfrentar la cruda encrucijada de comprender cómo es posible que quienes nos deben proteger hagan todo lo contrario cada vez que tienen la oportunidad. Qué difícil es digerir esta realidad…
Han pasado exactamente 31 días desde que Ismael, Josué, Saúl y Steven jugaron por última vez fútbol con sus amigos, salieron por última vez de sus casas y vieron por última vez a sus familias.
Transcurrieron 16 días (el 24 de diciembre) y, en Taura, el último paradero de los chicos, encontraron varios cuerpos torturados y calcinados. Dentro de la escabrosa realidad de este escenario, todos rogábamos que no fueran ellos, porque vivos se los llevaron y vivos los queríamos.
Tan solo 8 días después (el 31 de diciembre), estábamos llorándolos. La Fiscalía confirmó que eran ellos, que eran los cuatro de las Malvinas, aquellos que fueron desaparecidos por 16 militares el 8 de diciembre de 2024.
Nos dolía a todos, pero parecía que a alguien no. ¿Quién podría ser tan indolente frente a un delito de lesa humanidad? No es normal la respuesta a la que estamos acostumbrados los ecuatorianos, pero sí, exactamente. A Daniel Noboa, el presidente del Ecuador, el mismo que dijo que estos niños deberían ser proclamados héroes, frente a su muerte no se ha pronunciado. Hasta el día de hoy, no ha dicho absolutamente nada.
Hablar de días es importante, porque eso nos da, de cierta forma, alguna noción de tiempo: el tiempo que transcurre sin que se haga justicia para las tres familias que perdieron a cuatro niños con grandes sueños, con toda una vida por delante. El tiempo que lleva el racismo arrebatándonos vidas negras.
Quizá, al contabilizar los días, podamos darnos cuenta de que ya no podemos seguir viviendo así, aplastados, violentados y asesinados por un gobierno racista, por un Estado que ha construido un enemigo imaginario, criminalizando las corporalidades negras de este país.
Pasan los días y ya no quieren que llamemos las cosas por su nombre.
Ministros salen públicamente diciendo que no deberíamos llamar a lo que le sucedió a Ismael, Josué, Saúl y Steven un crimen de lesa humanidad, que no es un crimen de Estado. Incluso quieren apelar el habeas corpus que reconoció la desaparición forzada de los 4 niños de Las Malvinas a manos del Estado ecuatoriano porque para este gobierno siempre ha sido más importante cuidar su imagen, cuidar su ego, que nuestras vidas.
Las políticas de militarización jamás han resuelto ningún problema de seguridad nacional; al contrario, los acrecientan, los dilatan y los agravan. Son estas mismas políticas las que nos reafirman, día a día, que vivimos en «una fosa común con himno nacional» llamada Ecuador. 31 días sin Ismael, Josué, Saúl y Steven. 8 días de silencio presidencial. Ningún día de justicia. Ningún día de asumir responsabilidad estatal.
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