Tengo casi 30 y tengo miedo. Un profundo miedo a ser obsoleta. Un profundo miedo a no ser amada. Son las 2.30 am y esa sensación de incertidumbre mezclada con desesperación no me permite cerrar mis ojos llenos de venitas reventadas. Bebo algo de agua y la presión de mi pecho trae a mi memoria la imagen de una adolescente  de pelo negro en posición fetal, en un viejo sofa de color vino, ahogandose en su llanto. Era yo y esque esto ya lo había sentido antes. Exactamente a mis 19 años cuando inicié mi vida sexual, pero han pasado 10 años, ¿por qué vuelvo a tener miedo? Racionalmente tengo la respuesta: Mandatos sociales violentos. A los 19, el mandato de la virginidad y a los 30, el mandato de la maternidad. Ambos coinciden en imponer modelos del ser mujer que se vinculan con la valorización del cuerpo femenino mediados por lo reproductivo, pero desterrando el placer. 

Lloraba a los 19 porque mi pareja me engañaba. Lloraba a los 19 porque mi pareja me mandaba a maquillar. Llora a los 19 porque estaba cansada de hacer sus tareas de la universidad. Lloraba a mis 19 cuando se retrasó mi menstruación. Guardaba silencio, pero lloraba.  Guardaba silencio porque creía que nadie me iba a amar porque ya “no era virgen”. Quisiera abrazar a la Astrid de 19 que no sabía que tenía crisis de ansiedad, que no sabía que estaba en una relación violenta y solo se culpaba por no ser suficiente para ser amada. Al final de cuentas como decía mi profesora de Espiritualidad Salesiana “no podemos entregar nuestros cuerpos al carbonero de la esquina” y yo había tenido la culpa de hacerlo. Tuvo que pasar meses para que entendiera lo clasista que era esa frase, pero también para entender que hay muchísimos relatos sobre la virginidad y ausencia de educación integral para la sexualidad.  La culpa no es EIS, la culpa es una forma de control.

La EIS es tan necesaria para construir relatos diversos donde se subraye que la virginidad no existe porque es un mandado construido desde el poder. Tan absurdo como que las mujeres pierden valor por vivir su vida sexual. ¿Cuántas de nosotras no aguantamos agresores en nuestra adolescencia? No somos cosas, nunca lo fuimos y es legítimo sentir y disfrutar el placer. La clave es hacerlo con herramientas para prevenir embarazos no deseados e ITS. 

Y ahora vuelvo a sentir ese miedo de hace 10 años. Se me está pasando el tren y el mandato de la maternidad construye el relato que para alcanzar el éxito como mujer se debe ser madre. ¿Y si no quiero ser madre?, ¿y si mi proyecto de vida no incluye la maternidad o no todavía? No es gratuita la existencia de este mandato. El sistema necesita mano de obra aunque suene frío decirlo así y los sistemas de opresión se articulan para sostenerse.  

Es tan paradójico, que conozco detalladamente los mandatos, pero aun así tengo miedo. Miedo al fracaso, miedo a no ser amada, miedo a rendirme ante la norma. Hay días que simplemente no puedo dormir porque tengo miedo a mañana ser obsoleta. ¿La maternidad me libra de la obsolescencia programada de mujeres?

De lo que sí estoy segura es que la EIS es fundamental para que las personas puedan decidir sobre su sexualidad y prevenir la violencia basada en género. En Ecuador hay mucho tabú al respecto por eso compartir información es revolucionario. Si queremos saber sobre sexo seguro y métodos anticonceptivos se puede visitar www.guiadesexoseguro.com Y si hay un embarazo no planificado a la vista, pues la plataforma ayudaparaabortar.org te brindará acompañamiento para que sepas que no estás sola mientras decides sobre tu cuerpo. 

Estas recomendaciones te doy mientras reconozco esta primera vez de habitar los 30 y a mí, porque no hay nada más revolucionario que los afectos en un sistema que nos quiere cosificar.

Astrid Torres
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