“soña que el mundo con vos puede ser distinto”

Hoy, el mundo llora la partida del Papa Francisco, un líder cuya visión transformó a la Iglesia Católica y tocó los corazones de millones de personas, más allá de las fronteras de la fe. En medio de una Iglesia convulsionada, marcada por escándalos y silencios dolorosos, el legado de Francisco emerge como una luz de esperanza y un recordatorio de lo que realmente significa la justicia social.

«La justicia social es la paz»
– Papa Francisco, en su mensaje de Navidad 2014, subrayó la conexión entre la justicia social y la paz verdadera, destacando que solo a través de la justicia se puede alcanzar una paz duradera.

A lo largo de sus 12 años como Papa, Francisco se presentó como un líder para todos, incluso para aquellos que no se consideraban parte de la Iglesia. Un Papa para los ateos, para los que viven en los márgenes de la sociedad, para los olvidados. Fue un hombre que nunca tuvo miedo de cuestionar el statu quo, de pedir perdón por los crímenes de odio cometidos en nombre de la Iglesia, y de ser un defensor de la paz a través de la acción y la responsabilidad.

«La diversidad no es un peligro, sino una riqueza que debemos valorar»
– En diversas ocasiones, Francisco ha destacado la importancia de la diversidad y la inclusión, tanto en el contexto religioso como en la sociedad en general, llamando a abrazar las diferencias como una fuente de enriquecimiento.

El Papa Francisco nos deja justo un día después de un domingo de Resurrección, con un mensaje de profunda reflexión sobre el deterioro de nuestra sociedad. En medio de este caos, nos invita a apostar por un futuro más humano, en el que podamos reconocernos y valorarnos mutuamente.

«Cada persona tiene una dignidad que nadie puede quitarle»
– En su encíclica Laudato Si’, el Papa expresó que todos los seres humanos tienen una dignidad inherente que debe ser respetada, sin importar su estatus, origen o condición social.

Hablar de justicia social, para Francisco, era redireccionar las discusiones para que el sur fuera el norte, donde las voces de los excluidos fueran escuchadas y el bienestar de todos prevaleciera. Pero, sobre todo, nos recuerda el principal valor cristiano: la compasión. La empatía. La responsabilidad colectiva por el bienestar de los más vulnerables.

«No podemos quedarnos callados ante el grito de los pobres, de los excluidos, de los migrantes»
– En su discurso en el 2015 ante la Asamblea General de la ONU, el Papa hizo un llamado urgente a no ser indiferentes ante las situaciones de pobreza y exclusión social, destacando que la solidaridad es un imperativo moral.

Aunque su partida deja un vacío profundo, su legado no ha muerto. Francisco transformó el rostro de la Iglesia y dejó un camino por seguir, un llamado a cada uno de nosotros a construir una sociedad más justa, equitativa y compasiva.

«La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones»
– En su encíclica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos recuerda que la esperanza es una fuerza vital que no nos abandona, incluso en los momentos más oscuros, porque el amor de Dios es constante.

Que su ejemplo continúe inspirando a todas las generaciones, dentro y fuera de la Iglesia, a trabajar por un futuro donde la justicia social, la paz y la solidaridad sean los pilares de nuestra humanidad. El Papa Francisco no solo cambió la Iglesia, sino que transformó el mundo. Su legado vivirá en las acciones de quienes creen que la empatía es la clave para sanar las heridas de nuestra sociedad.

«La cultura del descarte es una cultura de muerte»
– Con esta poderosa frase, el Papa ha denunciado la forma en que la sociedad margina y descarta a los más vulnerables, desde los pobres hasta los ancianos y los migrantes, llamando a un cambio profundo en la forma de pensar y actuar frente a los más necesitados.

«El futuro de la humanidad no está solo en manos de los grandes, sino en las de las personas humildes, de los pequeños, de los que tienen corazón»
– En múltiples intervenciones, Francisco ha enfatizado que el futuro de un mundo más justo y solidario depende de las acciones de las personas comunes, de aquellos que, movidos por la humildad y el amor, luchan por un mundo mejor.

Juana Francis Bone