Por: Maurcio Pineda

Cientos de personas se congregaron este domingo, 15 de junio, en Quito, para alzar su voz contra la violencia sistemática y sistémica en Gaza. La movilización partió desde el Parque “La Carolina” (concretamente en la cruz del Papa), hasta la salida del Metro Iñaquito, todas convocadas por organizaciones sociales, colectivos de derechos humanos y/o la ciudadanía indignada por la escalada de crímenes contra el pueblo palestino. La protesta se centró en denunciar lo siguiente:
- La brutal ofensiva israelí, que en ocho meses de conflicto ha dejado más de 42.000 palestinos asesinados (la mayoría mujeres, niñas y niños), según reportes, con alrededor de 10.000 cuerpos aún bajo los escombros. Todas victimas de bombardeos indiscriminados.
- La complicidad internacional, con gobiernos como Estados Unidos y la Unión Europea, que siguen enviando armas y blindando políticamente a Israel pese a las evidencias de crímenes de guerra.
- El silencio global, que normaliza la masacre y reprime las voces que exigen un alto al fuego, incluso mediante censura en medios y redes sociales.
- Las empresas cómplices, desde fabricantes de armas hasta gigantes tecnológicos, que lucran con la ocupación de ser agentes del genocidio.

La movilización reclamo un alto a la masacre y una profunda solidaridad con el pueblo palestino, donde es imposible ignorar el papel activo del pueblo israelí en esta barbarie, cuyos sectores mayoritarios avalan la violencia sionista mediante apoyo político, servicio militar o justificaciones mediáticas donde se muestra abiertamente la deshumanización al pueblo de Palestina que contribuye a la maquinaria de exterminio.
“Un Estado que viola el derecho internacional con impunidad, destruyendo hospitales y escuelas, y empleando el hambre como arma de guerra, no está librando una guerra está perpetrando un genocidio de manera pública. Esto es un crimen contra la humanidad, amparado por la hipocresía de la geopolítica en donde Europa y EE.UU. bloquean las sanciones criminales de Israel”. (manifestante)

En la marcha, el ritmo vibrante de las batucadas que marcaban el compás de la manifestación, fusionándose con los gritos firmes y las consignas que resonaban en cada esquina. Las calles se llenaron de los colores de múltiples banderas palestinas ondeando al viento, mientras carteles, imágenes impactantes y folletos informativos denunciaban la violencia en Gaza.
Las performances callejeras captaban la atención de los transeúntes, convirtiendo el espacio público en un escenario de resistencia. Entre cánticos y tambores, las voces de los manifestantes se alzaron con frases contundentes a modo de consignas como:
- “¡No es una guerra, es un genocidio!” —coreaban con indignación.
- “Los niños de Gaza no son una amenaza” —recordaban, mientras mostraban fotos de las víctimas más pequeñas.
- “De norte a sur, de este a oeste, ¡Palestina será libre, cueste lo que cueste!” —gritaban con determinación.
- “¿Qué se necesita para ser un genocida? ¡Ser sionista de noche y de día!” —denunciaban, señalando la complicidad internacional.
La marcha no fue solo un acto de protesta, sino una muestra de memoria colectiva ante crímenes de guerra, y una activación al sentido de solidaridad. Cada paso, consigna, tamborazo fue un reclamo frente al silencio cómplice y un recordatorio de que Palestina no está sola.
Al final de la marcha, la bandera de Palestina envolvió todo el puente que está cerca de la salida del metro de Iñaquito, mientras se repartían flores en señal de luto. En un momento de silencio colectivo, se llevó a cabo la última performance donde un grupo de manifestantes representaron el dolor de las madres palestinas, obligadas a huir con sus hijos en brazos o a despedirse de ellos, niños que encarnan el futuro y el legado de un pueblo, en un mundo que asiste impasible a su exterminio.
Se recitaron frases, poemas y canciones en memoria de las víctimas de un conflicto que irrumpió en sus vidas para borrarlas con brutalidad. Entre la multitud, destacaban mujeres con hijab, símbolo de la fortaleza palestina.

«Mientras Gaza sigue sangrando bajo la indiferencia cómplice de los poderosos, cada flor lanzada al viento, cada grito ahogado y cada bandera de palestina ondeando no son solo actos de duelo, sino semillas de una resistencia que el mundo no podrá seguir ignorando. Hoy lloramos, pero mañana seguiremos luchando, porque Palestina no está muriendo está gritando al mundo que la justicia, tarde o temprano, vencerá al exterminio.» (E.P)
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