POR María Isabel Pérez

Históricamente, cuidar de los enfermxs, ancianxs, niñxs, y el trabajo que se realiza dentro del hogar han sido tareas realizadas casi en su totalidad por los cuerpos feminizados, racializados y precarizados en nuestras sociedades. El sexo masculino se ha apropiado de la esfera pública, de la vida fuera de casa y ha relegado al sexo femenino al ámbito doméstico, a la vida privada, al interior.

El proceso de degradación social que sufrieron las mujeres durante el nacimiento del capitalismo fue crucial para la acumulación del trabajo reproductivo, porque es dentro de los hogares donde se paren y educan a los futuros trabajadores productivos asalariados. Sin embargo, la primera parte del proceso de producción, la re-producción, es entendida como un trabajo que las mujeres deben hacer por amor, un trabajo que las convierte en mujeres, un trabajo que les da valor a ellas, y no al revés.

A raíz de la pandemia de Covid19, estás paupérrimas condiciones de vida a las que están sometidas las mujeres producto de la desvalorización del trabajo reproductivo y de cuidados, se han vuelto mucho peores. No solo porque la economía entró en una grave crisis en la que las mujeres fueron las más afectadas, sino porque ha regresado a las mujeres al ámbito doméstico mientras que ha intensificado la carga laboral de forma especial para ellas.

Según el informe titulado La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad de La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), lo que ha ocurrido como consecuencia de la pandemia de Covid19, supone para las mujeres de América Latina “un retroceso de más de diez años en su participación en el mercado laboral”1. La mayoría de las mujeres con acceso a un trabajo en América latina se concentran dentro de las áreas de turismo y de comercio, las dos más golpeadas con el confinamiento obligatorio. Además, las que poseen o trabajan en alguna empresa, se encuentran en los segmentos de las empresas más expuestas: las pequeñas y medianas. El trabajo doméstico remunerado es también de los oficios que más mujeres concentra, de los peores pagados y fue un trabajo que no podía hacerse de forma virtual cuando estaba vigente la obligatoriedad de permanecer dentro del hogar. Las mujeres también integran en el subcontinente la mayoría (73%) de las personas empleadas en el sector de salud, es decir, que los sujetos de la aclamada primera línea que estuvieron resistiendo durante esta crisis ambiental fueron en su gran mayoría mujeres. Las que lograron permanecer dentro del mercado laboral, tuvieron que hacer malabares entre el trabajo asalariado realizado fuera de casa, el trabajo de cuidar de lxs niñxs, ancianxs o enfermxs y el trabajo doméstico no-asalariado.

En Ecuador, puntualmente, según los datos de la OPEV del informe titulado Pandemia y situación laboral de la mujer ecuatoriana, del total de la población económicamente activa (PEA) femenina del país, 20,6% estaba en el subempleo, 27,8% tenía empleo adecuado y 7,2% estaba en el desempleo, es decir, 240 mil mujeres sin posibilidades de conseguir un salario. Las mujeres tienen menos acceso a un empleo adecuado que los hombres y enfrentan un doble reto dentro del marco de la nueva normalidad de precarización laboral: “la falta de autonomía económica y la brecha de acceso a internet para el teletrabajo” 2. Antes de la pandemia, las mujeres ya eran las que realizaban el 76,8% del trabajo no remunerado dentro del hogar, en promedio 31 horas semanales dedicadas a las tareas domésticas. El confinamiento supuso para las mujeres el encierro obligatorio en el ámbito doméstico, para muchas como la única opción disponible, para algunas significó tener que superar las brechas digitales mientras se aseaba, ordenaba, cocinaba, lavaba, criaba, educaba y cuidaba a los demás miembros de la familia a la vez.

La pandemia develó una crisis de los cuidados globales y la crucial importancia que tiene para el mantenimiento de la vida y por lo tanto de la sociedad, el trabajo doméstico realizado por las mujeres en el mundo. El desigual reparto del trabajo doméstico y de cuidados ha fortalecido los roles y estereotipos de género durante la pandemia y ha relegado a una gran mayoría de mujeres al ámbito doméstico y a la dependencia económica. Esto significa un retroceso en la lucha de las mujeres por la liberación y la autonomía, y posibilita una profundización de la idea de que el trabajo doméstico es un trabajo de mujeres, que deben hacer por amor, sin remuneración.

1          Cepal. La        autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible          y con igualdad.        10 de febrero 2021.

2          Pernett,            Nathaly y Zambrano, María José. OPEV:Pandemia            y situación laboral de la mujer ecuatoriana. Agosto    2021

Amandla Medio