Sin darnos cuenta nos reemplazaron el repicar de una marimba por balas, las noticias cada día son de sangre y desapariciones. Nos reemplazaron la alegría por lágrimas y nos agotan las esperanzas con el olvido.

Últimamente estar en Esmeraldas es habitar con la sombra de los miedos. Los niveles de inseguridad en la provincia, provocados por las organizaciones delictivas que van en aumento gracias al evidente abandono del Estado, nos hace un llamado para ampliar el término de “seguridad” sin reducirlo a armamento, militarizaciones de barrios/comunidades periféricas de manera innecesaria, ya que los resultados sobre una mirada política y social son inexistentes a los enfoques de derechos de quienes habitamos la llamada Provincia Verde.  

El gobierno solo pone en marcha dos recursos: “estado de excepción y toque de queda” en Guayas, Manabí y Esmeraldas. El presidente de la República, Guillermo Lasso, anunció que estas medidas rigen desde las 00:00 del sábado 30 de abril del 2022. Esos son territorios en los que la delincuencia organizada y transnacional, dedicada al tráfico de estupefacientes, ha logrado imponerse a costa de violencia y delitos.

El Gobierno desplegó un total de 4000 oficiales de Policía y 5000 efectivos de las Fuerzas Armadas. Distribuidos en las tres provincias indicadas para lograr la paz y el orden.

Ecuador ha vivido recientemente también un capítulo con la crisis carcelaria (Santo Domingo de los Tsáchilas). En los dos últimos años, casi 400 presos han muerto en distintos enfrentamientos internos entre bandas rivales. El ultimo amotinamiento dejó como resultado un aproximado de 200 personas privadas de libertad fugados

Militares, marinos y policías recorren las calles del centro de la ciudad de Esmeraldas portando fusiles de asalto. Su labor principal es disuadir a la delincuencia que ha aumentado en los últimos meses, en el casco bancario y comercial de la urbe y en las zonas marcadas como de alto riego.

Han pasado dos semanas desde que estas medidas entraron en vigor. Lejos de recuperar la “paz” en las comunidades más afectadas por la delincuencia, debemos hablar del abandono histórico en el que se encuentra sumergida Esmeraldas. No encontramos soluciones a problemáticas como acceso a salud, educación, agua potable, empleabilidad, seguridad de vida, contaminación ambiental, entre otras.

Reconocemos que hablar de Esmeraldas significa falta de oportunidades, estigmatización, desigualdades, racismo institucional, deforestación, exterminio territorial, embarazo adolescente. En medio de ese contexto, y sin caer en una romantización de la situación, hay que revalorizar la resistencia como una herramienta de sobrevivencia de los territorios urbanos y rurales.

Habitar Esmeraldas es una constante reinvención del valor de habitar una población que ha demostrado constantemente resistir a gobiernos que ven el territorio a seres humanos descartables.

Juana Francis Bone