Hace un tiempo empecé a entender al lenguaje como algo más que solo aquello que nos permite comunicarnos. Empecé a entenderlo como una herramienta para construir, transformar y destruir realidades sociales; como una herramienta del poder y también como herramienta de la resistencia. Hace un tiempo empecé a pensar en las categorías sociales desde lo plural y diverso, en lugar de desde lo singular y homogéneo.
«Mujer» es una categoría social que se enuncia desde el número gramatical singular. ¿Quién es mujer? ¿A quién se le ha asignado esa categoría? ¿A quién se le ha permitido ser parte de esa categoría? Pienso en este momento en Sojourner Truth, una abolicionista y activista por los derechos de las mujeres que nació esclavizada y se preguntó un día: “Ain’t I A Woman?” (¿No soy una Mujer?) para, a partir de ese cuestionamiento, brindarle al mundo un valioso discurso de lucha social de género, raza y clase. A través de su discurso, Sojourner se reapropió de su identidad como mujer negra empobrecida, señalando no solo la misoginia y el machismo ejercido fundamentalmente por hombres, sino también el racismo ejercido fundamentalmente —en complicidad con hombres blancos— por mujeres blancas, a la par que el clasismo ejercido fundamentalmente por hombres blancos y mujeres blancas de clase alta. ¿No soy una mujer?, se preguntaba Sojourner mientras desde el feminismo blanco se cuestionaban por qué las mujeres no podían trabajar fuera de casa, cuando a ella su existencia le fue condicionada para arar, sembrar y cosechar en el campo.
Entonces, repito: ¿quién es mujer?
Finalmente, la categoría «mujer» es social, y como social que es, se define a partir de lo que las estructuras de poder establezcan en un momento y espacio determinados como válido para dicha categoría
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se celebra el 25 de noviembre de cada año y fue propuesto en conmemoración a las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, que fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 tras su oposición al régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, que se caracterizó por políticas institucionalizadas misóginas, racistas y xenófobas.
Es una conmemoración crucial para el movimiento feminista latinoamericano y caribeño que nos recuerda que el patriarcado sigue siendo un sistema que oprime a las mujeres por motivo de género y se manifiesta a través de la violencia que se ejerce en nuestra contra en todos los espacios públicos y privados. Pero, este recordatorio nunca debe venir desde la homogeneización de las realidades que vivimos las mujeres en nuestra diversidad: existen otras categorías, más allá de la de género, que nos afectan de manera indivisible. Así, la violencia no se piensa hacia una categoría homogénea, como lo es «mujer», sino hacia una categoría diversa, como lo es «mujeres»: mujeres negras, mujeres empobrecidas, mujeres indígenas, mujeres lesbianas, mujeres trans, mujeres madres, mujeres trabajadoras, mujeres solteras, mujeres migrantes, mujeres gordas, mujeres neurodivergentes, niñas, mujeres privadas de la libertad. Mujeres en todas nuestras razas, condiciones socioeconómicas, identidades de género, capacidades, edades y estructuras corporales.
Nuestra diversidad como mujeres se debe reconocer a través del lenguaje que usamos para tratar los diversos problemas que nos afectan. Por eso hoy, enunciémonos desde esa diversidad: hablemos del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
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