Ocho. Ocho niños han muerto entre noviembre de 2024 y abril de 2025 en el cantón Taisha, provincia de Morona Santiago, por una infección intestinal aún no confirmada. La vida se les fue en medio del olvido, la distancia y la desatención. Sus cuerpos pequeños no resistieron el dolor abdominal, la diarrea con sangre, los vómitos, la fiebre. Ocho muertes que no debieron ocurrir. Ocho señales claras del abandono.

La posible causa de estas muertes sería la leptospirosis, una infección bacteriana que se transmite, entre otras formas, por el contacto con agua contaminada. El Ministerio de Salud aún no lo confirma oficialmente, pero según información extraoficial, los médicos llegaron a esta hipótesis luego de que una mujer que trabajaba en comunidades rurales de Taisha se aplicara la prueba por cuenta propia en un hospital público de Cuenca y diera positivo.

Tras su diagnóstico, el Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (INSPI) realizó pruebas a tres niños internados en el Hospital General Vicente Corral Moscoso. De acuerdo con el medio La Posta, los tres casos dieron positivo para leptospirosis.

Aun así, las respuestas oficiales han llegado tarde. El primer caso ocurrió en noviembre de 2024. Para el 26 de abril de 2025, el Ministerio de Salud recién desplegó 10 brigadas médicas en 12 comunidades afectadas. Claro, el peso mediático empezó a ser demasiado. El 29 de abril, declararon alerta epidemiológica en Taisha. Y el 30 de abril, mientras el ministro Edgar José Lama daba una rueda de prensa desde Puyo, un niño de 10 años fallecía en el hospital de Macas, luego de ser trasladado en avioneta desde la comunidad Achuar de Mashium.

Ocho muertes después, todavía no hay respuestas firmes. Todavía se investiga el agua, los alimentos escolares, las medicinas ancestrales. Pero en las comunidades amazónicas estas condiciones no son nuevas: siempre ha faltado agua potable, siempre han faltado caminos, siempre se ha tenido que caminar o volar durante horas para llegar a un centro de salud. Y aun cuando se llega, muchas veces no hay médicos ni medicinas.

Según la Encuesta Nacional sobre Desnutrición Infantil (ENDI) de 2024, Morona Santiago tiene la mayor tasa de desnutrición crónica infantil del país: 31,4% en niños de 2 a 5 años. Además, en el 70,2% del agua analizada en la provincia se detectó la bacteria E. coli, señal de contaminación fecal. Así viven nuestros pueblos: sin lo más básico, sin atención, sin seguridad.

La CONAIE, a través de un comunicado, denunció el abandono estructural en las comunidades amazónicas. Advirtió que estas muertes infantiles reflejan una política estatal que, históricamente, ha subordinado la salud a intereses extractivos. La vida de los pueblos indígenas, dicen, ha sido puesta al servicio del petróleo.

El 1 de mayo, la Asamblea Nacional exigió un informe detallado al ministro de Salud sobre las acciones realizadas en Morona Santiago entre 2024 y 2025. Tarde. La urgencia ya se ha cobrado demasiadas vidas.

Y mientras tanto, en estas comunidades, las familias lloran a sus guaguas, mientras otros niños siguen bajo observación médica, luchando contra una enfermedad que tal vez podría haberse evitado si el Estado hubiera estado presente desde el principio.

¿Cómo es posible que tuvieron que pasar seis meses para que el gobierno actúe? ¿Cómo aceptamos que un niño enfermo tenga que viajar en avioneta para recibir atención? ¿Cuántos más deben morir para que el país mire a su Amazonía con responsabilidad, no solo con ambición?