En América Latina y el Caribe, la CEPAL, reconoce que las mujeres han sido
«administradoras invisibles» y cotidianas del medio ambiente. En consideración a esto,
en algunos casos se ha destacado su rol como soporte ambiental y educadoras
ambientales, valorando los aportes que ellas desempeñan sin contrarrestar su situación
desventajosa producto del sistema de género dominante. Las mujeres son víctimas y por
lo tanto potenciales salvadoras del medio ambiente.
Históricamente nuestro territorio, Esmeraldas, ha sido perjudicado por la ausencia del
Estado y de la falta de reconocimiento de nuestros derechos. Sin embargo, es necesario
reconocer, y dar a conocer, que son las mujeres esmeraldeñas quienes han sabido
enfrentar estos desafíos y han demostrado una resiliencia excepcional sobre todo en el
ámbito social y de conservación de sus espacios y territorios. A pesar de las adversidades,
las mujeres negras esmeraldeñas han destacado en la conservación de su herencia cultural
y han encontrado en ella una fuente de inspiración para su trabajo en la conservación
ambiental. Han aprendido de las tradiciones ancestrales y han combinado ese
conocimiento con enfoques sociales, e inclusive legales, con el fin de proteger nuestros
recursos naturales. Pero el camino no ha sido fácil, han tenido que luchar contra la
discriminación de género, contra la violencia racista y contra la falta de acceso a recursos
y oportunidades.
Es por esta razón que el Acuerdo de Escazú cobra aún más importancia para las mujeres
de Esmeraldas. Este acuerdo reconoce la necesidad de una participación equitativa y,
sobre todo, significativa de todos los grupos de la sociedad.
Esmeraldas se está convirtiendo de a poco en un ejemplo de cómo la conservación
ambiental y la igualdad de género pueden avanzar de la mano. Las organizaciones de
mujeres de Esmeraldas están liderando el cambio y demostrando que la protección del
medio ambiente no puede lograrse sin tener en cuenta la perspectiva y el conocimiento
de las comunidades locales.
Las mujeres son agentes de cambio que han sabido combinar su amor por la naturaleza,
su herencia cultural y su lucha por la igualdad de género en la conservación ambiental. El
Acuerdo de Escazú les brinda a ellas, la oportunidad de fortalecer aún más su trabajo y
de asegurar que su integridad y sus derechos sean protegidos.
Nuestra región es la más biodiversa del planeta; por eso es vista desde ojos capitalistas y
extractivistas como una gran fuente de recursos que pueden llegar a satisfacer sus deseos
y ‘necesidades’; por eso, la vida de quienes protegen nuestras riquezas naturales también
corre peligro; por eso debemos saber todo que el dinero podrá comprar todo, pero “no se
puede comprar el viento, no se puede comprar el sol, no se puede comprar la lluvia y no
se puede comprar el calor”.