La primera semana de noviembre se vio marcada por siete femicidios en nuestro país. Estamos viviendo un tiempo de crisis muy severo en muchos sentidos, sin embargo, este dato, además de ser perturbador, da cuenta de una realidad profunda que parece no estar muy presente en el imaginario del ecuatorianx promedio: LA CRISIS DE VIOLENCIA DE GÉNERO SIGUE PRESENTE. Los femicidios han sido mensajes que hemos recibido a lo largo del año señalando la desigualdad tan extrema de poder y la cultura de la acumulación que ha provocado que los cuerpos feminizados sean usados como medio para reafirmar la heteronormatividad y masculinidad tóxica.

Es necesario entender a esta ola de violencia, no como actos dispersos en el territorio ecuatoriano, sino más bien, como toda una estructura que vincula las instituciones y los valores de nuestra sociedad con la patriarcalización global. Este proceso no visible aparentemente se vuelve material en los cuerpos de las mujeres que fueron asesinadas cruelmente como parte de un proyecto casi genocida que estamos viviendo y pasando por alto gracias a una ilusión de progreso en la agenda de género.

En medio del proceso electoral, la crisis económica y de salud que estamos viviendo, el Estado ecuatoriano continúa facilitando y hasta incentivando la desigualdad de género y la violencia machista al ignorar su responsabilidad estructural como ente precursor de la equidad en todos los aspectos. ¿Cómo podemos hablar de un proceso democrático o de igualdad de condiciones cuando parte de la población está siendo asesinada por su condición de género? ¿Cómo podemos hablar de transparencia, equidad y justicia cuando la sangre de estas mujeres ha sido derramada inhumanamente y sin el mínimo pronunciamiento del Gobierno que nos cobija?

Katherine, Cristina, Yomira, Marilyn, Maribel, Fladis, Melania y TODAS LAS QUE YA NO ESTÁN son el símbolo que inspira a continuar la lucha para la erradicación de la violencia basada en género y también son los nombres que el Estado Feminicida NO PUEDE OLVIDAR y a los que debe responder con justicia.

Esthefanía Cárdenas, estudiante de Relaciones Internacionales y Antropología en la Universidad San Francisco de Quito.

Amandla Medio