En un contexto de sobreexposición digital, donde los crímenes de odio pueden viralizarse con la misma velocidad que un video de tendencias, las violencias hacia las cuerpas trans siguen siendo tratadas con indiferencia estructural. Frente a cada transfeminicidio, cada desaparición o agresión, la reacción colectiva sigue mostrando un patrón alarmante: silencio generalizado por parte de figuras públicas, artistas e influencers. Un silencio que grita complicidad.
La cobertura mediática suele caer en el sensacionalismo, el morbo o directamente la omisión. Y cuando no se trata de desinformar, se elige ignorar. En redes sociales, la reacción ante estos hechos se limita a los espacios donde la población trans ya habita, ya resiste, ya denuncia. Es ahí donde se alza la voz, pero casi siempre es la misma voz: la de las propias personas trans.
Este fenómeno no es nuevo, pero sí urgente. No basta con reconocer las existencias trans cuando están envueltas en narrativa de superación o en campañas de diversidad. El acompañamiento no puede ser estético, intermitente ni exclusivo de los meses de visibilidad. La violencia que viven las personas trans es diaria, estructural, y la falta de pronunciamiento por parte de quienes tienen alcance y poder simbólico contribuye a la impunidad.
Y la queen, Villano Antillano, no lo pudo decir mejor:
https://www.tiktok.com/@mtvsur/video/7466512027972865286?_r=1&_t=ZM-8vOMqvNnG0l
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