Reflexiones sobre la Participación Política de las Mujeres en Ecuador

El miércoles 2 de octubre concluyó el plazo para la inscripción de candidaturas en el Consejo Nacional Electoral (CNE) para las elecciones presidenciales y legislativas previstas para febrero de 2025. Uno de esos momentos que nos mantiene a todos atentos, preguntándonos: ¿quién querrá llegar a Carondelet?

El CNE informó que se recibieron un total de 16 inscripciones de binomios presidenciales, que pronto pasarán por la etapa de impugnaciones y objeciones. Aunque estos binomios aún no son oficiales, surgen inquietudes: ¿por qué ellos? ¿por qué esta lista no es tan diferente a la de hace años? Y, sobre todo, ¿por qué no hay más mujeres?

Al observar la composición fotográfica de los 16 precandidatos, es imposible no notar que, en un mar de hombres, solo hay dos figuras femeninas. Aunque la ley exige paridad de género, parece que incluir a mujeres es más un trámite que un verdadero compromiso hacia una política más completa. Seguimos relegadas a los segundos lugares, atravesadas por el género cuando aspiramos a liderar. ¿Acaso no merecemos estar al frente de la toma de decisiones?

Es claro que la participación política de las mujeres ha avanzado en Ecuador. Hoy en día, ocupan puestos importantes en la política. Sin embargo, esa participación todavía está marcada por el género. En el complicado escenario político que enfrenta Ecuador, algunos incluso afirman que la violencia política por razones de género es un «invento» de nosotras mismas.

El caso de la vicepresidenta Verónica Abad es un ejemplo perfecto de lo violenta que puede ser la política ecuatoriana. Su capacidad para actuar no solo está limitada por el presidente Daniel Noboa, quien debería ser su compañero de equipo, sino también por los “amigos” del presidente, esos ministros y asesores del gobierno ecuatoriano que parecen tener un talento especial para ignorar su voz. Al final, esto no es más que un ataque directo a su participación y rol político

Por otro lado, se escucha el argumento de que tenemos derecho a participar, pero que no queremos hacerlo. La realidad es que ni siquiera se nos permite habitar espacios políticos sin ser constantemente acusadas, recriminadas y juzgadas. A pesar de que comenzamos a ver más rostros femeninos en la política ecuatoriana, persiste una profunda ausencia de mujeres negras, afrodescendientes, indígenas, montubias, empobrecidas y trans en estos espacios. Así que, aunque hay discursos muy bonitos sobre lo necesaria que es la participación política de las mujeres, la pregunta sigue siendo: ¿y en la práctica, para cuándo? La lucha por una verdadera representación y equidad continúa. Necesitamos más que buenos discursos; es imperativo un cambio radical en cómo se concibe y se vive la participación política de las mujeres en Ecuador. La historia no debe repetirse, y las voces de todas las mujeres deben ser escuchadas, porque el futuro que queremos construir no puede dejar a nadie atrás.

Samira Folleco