María Mercedes Quispe, Saraguro (Loja)
Presidenta de la Fundación Mashupiert
Yo presido varios grupos de mujeres en diferentes espacios comunitarios. Con algunas trabajo la agroecología y con otras las artesanías.
Hemos tenido muchas dificultades con las autoridades locales que siempre han ignorado nuestras demandas. Por ejemplo, en muchas ocasiones se ha pedido que nos restauren la vía para trasladar nuestros productos hacia el mercado. Queríamos que nos ayudaran a asfaltar pero nunca se hizo. También se exigió un mercado donde podamos vender a un precio justo. Tampoco hubo resultado.
Hemos tenido tantas luchas y tenemos todavía cosas que se han quedado inconclusas, antes de la llegada de la pandemia.
En nuestra comunidad, como se sembraba en cantidad pero no siempre había dónde vender, practicábamos el trueque y reactivamos esa práctica cuando empezó la cuarentena en marzo. Asimismo, algunas de nosotras fuimos intermediarios para vender los productos en el mercado urbano. Hemos hecho lo posible para compartir lo que teníamos, lo que producimos. Nos arriesgamos a salir de la comunidad a pesar de posibles contagios. Es una decisión que tomamos entre compañeras, entre mujeres.
Para protegernos del virus, nos hemos centrado en una buena nutrición y en el uso de nuestra medicina natural.
He estado confinada tanto como he podido, pero cuando tenía que salir, ciertas injusticias me han golpeado. Me imponían guantes y mascarillas cuyo precio se multiplicó por tres o cuadro y no podía pagarlo. Por eso hemos decidido usar nuestros propios medios para protegernos, quedándonos cuando nos fue posible en casa y privilegiando una alimentación sana.
Gracias a la vida, he tenido la oportunidad de conocer a compañeras y compañeros de todos lados con quienes compartíamos cada día nuestras estrategias de cuidado a través de las redes sociales.
Nuestros derechos como productores y productoras siguen violándose. Por ejemplo, cuando decidimos abrir una feria, los grandes proveedores de Cuenca llegaron para vender sus productos al por mayor y no por unidad, lo que nos afectó. Hicimos una demanda sobre este asunto a las autoridades pero nos ignoraron.
También hemos sufrido racismo de parte de esas mismas autoridades que nos acusaron a nosotros los “indios” de propagar el virus. Pero, cuando ellos salieron en las noticias en fiestas y rumbas, como son mestizos y autoridades, no hay consecuencias para ellos.
Pienso que llegó el momento de entender que todos somos iguales, que nadie es más ni menos. Que todos necesitamos ser apoyados de igual manera.
Esos valores todavía nos faltan.
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