En Ecuador, un país en el que las tasas de desempleo aumentan escandalosamente y la precarización laboral es parte del modelo de las políticas públicas, en el que las cifras de violencia de género evidencian violencias estructurales, en el que las masacres carcelarias son parte de nuestra habitualidad, y la inseguridad ciudadana nos persigue de sol a sol, hablar de políticas de cuidado se vuelve cada vez más urgente.
De acuerdo con el informe El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado de la Organización Internacional del Trabajo, el trabajo de cuidados, remunerado y no remunerado, “consiste en dos tipos de actividades superpuestas: las actividades de cuidado directo, personal y relacional, como dar de comer a un bebé o cuidar de un cónyuge enfermo, y las actividades de cuidado indirecto, como cocinar y limpiar”.
La vida se sostiene por el trabajo de cuidados y son, en consecuencia, los trabajadores del cuidado quienes la hacen posible en sociedad.
Los trabajos de cuidados son indispensables para la vida por actividades como alimentación, limpieza, acompañamiento, salud. Sin estos trabajos de cuidados otras actividades laborales, que no se relacionan de forma directa con los cuidados, no son posibles en nuestras realidades: si nadie se encarga de lo doméstico, por ejemplo, la mayoría de trabajos de oficina no serían posibles.
Las políticas públicas de precarización laboral incluyen la ausencia de reconocimiento del trabajo de cuidados como trabajo susceptible de remuneración justa y son, por tanto, incompatibles con el derecho a la vida, que implica el acceso a oportunidades para poder desarrollarla dignamente.
En un panorama político en el que el deber estatal de garantizar derechos fundamentales se ve interrumpido por la implementación de estas políticas públicas de precarización laboral, el trabajo de cuidados ha sido objeto de afectación particular por cuanto las condiciones laborales desiguales a las que se relega sistemáticamente a los trabajadores del cuidado aumentan cuando la precarización laboral y el desempleo son norma.
En el marco del Día Internacional de los, las, les Trabajadores, entablar conversaciones sociales y exigencias gubernamentales para el reconocimiento del trabajo de cuidados como trabajo y, sobre todo, como trabajo susceptible de remuneración justa, es apremiante como compromiso al respeto al valor humano.
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