Antes de iniciar y profundizar con este tema, es mi deber visibilizar que lo escribo como una mujer cisgénero, bisexual, montubia, que vive en una provincia no considerada ‘productora’ o ‘de avance’, vivo en Manabí y soy psicóloga clínica.

Los agasajos y fiestas de fin de año pueden representar escenarios de ansiedad y depresión para la población LGBT, debido a que debemos en esas fechas pasar desapercibidas con respecto a nuestra identidad de género y expresión de género, es decir, nos toca asumir un rol para que no se nos note tanto la mequería.

En estas festividades nos encontramos con familiares que en su intento por saber que hay en nuestras vidas, terminan sus discursos bifóbicos, homofóbicos y transfóbicos en la mesa, como para aleccionarnos que nuestra identidad y orientación no es válida.

Algo que las personas heterosexuales no ven y que ahora lo pude ver con mayor claridad, justo en vísperas de navidad, es que me senté en la mesa a desayunar con mi ‘familia’ y mi madre me invitó a retirarme de la mesa porque estaba viendo tik toks de lesbianas, me preguntó que si no me cansaba tanto ver cosas de lesbianas a lo que le respondí si a ella no le cansa escuchar todo el tiempo su religión que fomenta el odio hacia mi persona. En ese momento me retiré y no volvimos a hablar del tema.

Unos dos días después de ese suceso, en un desayuno mi hermano comenta que se estaba conociendo con una chica, a lo que mi mamá se mostró interesada en saber cómo había sucedido y en ese momento lo vi con claridad, ese privilegio no lo voy a volver a tener, a pesar de ser una mujer bisexual, porque mayoritariamente me relaciono sexo afectivamente romántico con otras mujeres.

Por otro lado, vemos que puede representar estas fechas con sabor a melancolía porque habrá personas que aun tuvieron que salir de casa porque no se les fue aceptada su identidad y orientación, pagar el alquiler, tener miedo de quedarte sin techo, los duelos que también nos acompañan en estas fechas, nadie se libra del dolor que puede traer diciembre, aunque el capitalismo nos llene de luces y brillo, no para todxs es igual.

Algo que me consuela de todo esto es pensar que de alguna forma rompemos con el modelo de familia tradicional, empezamos a romper con la creencia que la familia es la de sangre y nuestra única fuente de apoyo, a cambio elegimos a la gente que, si nos ama, independientemente de nuestra identidad u orientación sexual. Nuestras familias no están conformadas por una pareja heterosexual, esta conformada por nuestras hermanas trans, nuestras hermanas afro, nuestrxs hermanxs no binarios, porque solo ellos sabrán lo difícil que es resistir en estas familias y círculos que nos excluyen e invalidan constantemente.

Recuerdo que cuando salí del closet mi mama me dijo que me estaba poniendo yo misma una carga sobre mis hombros, según ella por la discriminación, pero más discriminación he sentido por parte de ella que de las personas que voy conociendo en mi trayecto de vida. Hay personas que no son nuestras familias y nos reconocen lo cálidas que podemos ser, eso solo ocurre cuando los prejuicios no nublan la genuidad y ternura que existe en nuestro ser.

Sé que a veces se siente como que es mejor tirar la toalla pero créeme que el dolor tiene que ser compartido y politizado, aunque creas que estas sola, solo o sole, no lo estás, crea tu propia red de apoyo, algunas de nosotras sabemos cómo te sientes, la impotencia, el sentirnos despreciadas no es nada fácil de llevar pero esto es una oportunidad para limpiar nuestro círculo más cercano con gente que nos ama de verdad y no por lo que aparentamos ser.