El 24 de mayo de 1822 se libró la Batalla de Pichincha, dando por concluido el largo proceso de independencia de Ecuador. Este evento histórico marcó un antes y después en la realidad geopolítica de Latinoamérica, dando paso a una serie de transformaciones sociales que hasta el día de hoy siguen siendo analizadas por su gran complejidad.

La mirada crítica señala que este hecho en particular, al estar guiado por principios provenientes de las corrientes liberadoras europeas, como lo son la libertad, fraternidad e igualdad, pierden de vista los valores que se gestaban desde las trincheras de liberación de las poblaciones mayormente afectadas por la colonización, es decir, los pueblos racializados, las mujeres y diversidades sexogenéricas, cuya lucha trascendía los intereses criollos de la independencia.

Al día de hoy es necesario cuestionar el alcance de los propósitos de liberación que se celebran en esta fecha. Es imperante poner en la mesa la existencia de una independencia que no libró a nuestra República de la colonización, ni del patriarcado, ni del paternalismo de los países del llamado Norte Global. 

Esto se vuelve evidente al ubicar la conmemoración de este Bicentenario de Independencia en medio de una crisis socioeconómica, sanitaria y de seguridad que actualmente caracteriza al Ecuador. Las políticas neoliberales, misóginas y securitistas impuestas por el actual gobierno, han terminado por exacerbar una realidad social violenta, precaria y carente de derechos humanos que recuerda mucho a la época colonial. 

En este panorama las y los ecuatorianos nos preguntamos si la añorada República realmente refleja los ideales por los que se derramó tanta sangre hace 200 años.  

Esthefanía Cárdenas